Santa Maria, la isla del sol
La isla de Santa Maria forma parte del Grupo Oriental del archipiélago de las Azores, junto con San Miguel, de la que dista 81 kilómetros. El verde de los campos, las culturas tradicionales, las chimeneas de las casas encaladas, el ocre oscuro de la tierra, el dorado de las playas y sus aguas azul turquesa son lo que diferencia a Santa Maria del resto de las islas del archipiélago.
Al ser la isla de las Azores más al sur y más al oriente, Santa Maria tiene un clima más cálido y seco, que contribuye a que los terrenos sean más áridos y la vegetación más seca, de tonos amarillos, motivo por el cual se la llama Isla del Sol.
La isla presenta dos áreas con relieves y características distintas: una zona aplanada y de cotas más bajas a poniente, donde está el aeropuerto y el caserío de Vila do Porto, la mayor población de la isla y las parroquias de San Pedro y de Almagreira. Una zona más accidentada en la mitad naciente de la isla, con vegetación más exuberante y que incluye el macizo de Pico Alto, el punto más elevado de la isla con 590 metros de altitud, desde donde tenemos una hermosa vista panorámica. En esta región están también situadas las parroquias de Santa Bárbara y de Santo Espírito.
La primera isla que fue descubierta por los navegadores portugueses y la primera isla en ser poblada, Santa Maria fue también la primera isla de las Azores en formarse, teniendo por eso registradas en sus rocas volcánicas y sedimentarias su diversificado pasado geológico. Esto mismo puede observarse en Pedreira do Campo, donde una filtración basáltica a más de 100 metros de altitud alberga en su interior un sinfín de fósiles de organismos marinos, demostrando que esta isla estuvo inmersa algunos millares de años atrás. Esta riqueza geológica puede también ser admirada en el Centro de Interpretación Ambiental Dalberto Pombo, justo en el centro histórico de Vila do Porto.
Destacan también los llamados “barreiros” de Santa Maria, coloraciones rojizas y naranja fuerte, con aspecto árido y naturaleza argilosa. El más famoso es el Barreiro da Faneca, conocido como “desierto rojo”. Está considerada un área de Paisaje Protegido Único en las Azores, que incluye las bahías de Raposo, de Tagarete y de Cré.
Las formas volcánicas de la isla tienen una grandeza sin igual en Ribeira de Maloás, donde el valle fluvial se caracteriza por una caída de agua de cerca de 20 m de altura, resultante del contacto del mar con una filtración lávica.
Santa Maria es también conocida por la costa recortada con sus altas puntas rocosas y bahías de aguas calmas y cristalinas, que invitan permanentemente a descubrirlas. Es el caso de las bahías de Cré, de Raposo y de Tagarete, entre tantas otras.
En San Lourenzo, la belleza natural de la bahía en forma de anfiteatro se complementa con las viñas cultivadas en terrazas colocadas cuesta arriba, por el blanco de las casas junto al mar y por la ensenada que alberga una maravillosa playa de arena blanca y piscinas naturales. En el extremo de esta, se sitúa el Islote de Romeiro.
La Playa Formosa constituye uno de los locales más apreciados de la isla, tanto por su extenso arenal de arena fina y clara, como por ser uno de los mejores puntos para practicar surf.
El caserío de Vila do Porto conserva vestigios del inicio del asentamiento en algunas casas que con puertas ojivales y ventanas de líneas manuelinas. La Iglesia Matriz de Nuestra Senhora de la Asunción, patrona de la villa, es una de las iglesias más antiguas del archipiélago, a pesar de que a lo largo del tiempo haya sufrido diversas modificaciones. En el Fuerte de San Blas, los cañones apuntando al mar recuerdan a la época de los ataques de piratas. En Santo Espírito vale la pena ver la fachada barroca de la Iglesia de Nuestra Señora de la Purificación, y visitar el Museo de Santa Maria, instalado en una casa típica, con sus dos chimeneas tubulares y el horno con forma panzuda, elementos característicos de la arquitectura rural de Santa Maria.
En Anjos, además de su hermosa bahía, cabe destacar una estatua de Cristóbal Colón, así como la Ermita de Nuestra Señora de los Ángeles, donde, según cuenta la historia, el navegador asistió a una misa en el viaje de vuelta de América.
Los juegos cromáticos están igualmente presentes en las casas tradicionales de Santa Maria, inspiradas la mayoría de ellas en la arquitectura tradicional del Alentejo y el Algarve, de donde procedían los primeros pobladores de esta isla. Estas casas están marcadas por una forma rectangular de donde despunta una chimenea cilíndrica asentada en una pirámide incompleta. Cada una de las cinco parroquias de la isla han adoptado un color diferente para contrastar con el blanco del calicanto.